miércoles, 24 de enero de 2007
Mas Ricos y Mas Gordos - Capítulo 3
Fuente: www.revistafusion.com
CAPITULO 3
Texto: Carolina Fernández

Para cambiar de dieta es necesario, en muchos casos, cambiar de vida.

-¿Es cierto que estos desórdenes alimentarios afectan mayoritariamente a las mujeres?
-Sí, el deseo de delgadez o el miedo obsesivo a la gordura, o ambas cosas a la vez, están en el centro de una enfermedad del comportamiento alimentario, de predominancia masivamente femenina (anorexia mental, bulimia) que los psiquiatras, más o menos acertadamente, consideran típicamente moderna.

La situación es, pues, contradictoria. Por una parte, la medicina, durante decenios, ha prescrito a la población que adelgace. Por otra, cada vez más, psiquiatras y nutricionistas condenan el culto excesivo de la delgadez femenina, suscitada y mantenida, según ellos, por la cultura de masas y la moda. Persiguen cada vez más poner en guardia contra los efectos nefastos de los regímenes.

-¿Por qué comemos más de lo que necesitamos para vivir, aún a costa de la salud?
-Digamos que la "sabiduría del cuerpo" es engañada por la "locura de la cultura". Pero no es la evolución cultural en sí la que contribuye a perturbar los mecanismos reguladores, sino más bien la crisis de la cultura que atraviesan los países desarrollados. Estaríamos hablando de una crisis multidimensional del sistema alimentario que se perfila con sus aspectos biológicos, ecológicos, psicológicos, sociológicos. Una crisis que se inscribe en una crisis de civilización.

Sería muy importante averiguar por qué motivo la gente, a pesar de que conoce las consecuencias, se comporta de forma peligrosa para la salud (un ejemplo controvertido: mujeres que no dejan de fumar por temor a engordar). También es cierto, desgraciadamente, que las exigencias cotidianas de mucha gente no permiten un régimen o un estilo de vida de esas características, más equilibrado y más conveniente para su salud, poniendo de manifiesto, una vez más, que para cambiar de dieta es necesario, en muchos casos, cambiar de vida, lo cual no siempre resulta fácil, incluso aunque amenace la enfermedad. ∆

EE.UU. y Reino Unido
En Estados Unidos la obesidad se ha convertido en un problema verdadero. Afecta al 65% de los norteamericanos. Mata anualmente a 300.000 personas, y acapara un buen porcentaje de los gastos sanitarios. Sólo el coste de las urgencias cardíacas supera los 110.000 millones de dólares anuales.

Es en ese país donde se están empezando a plantear la posibilidad de especificar en las etiquetas de los alimentos que cantidad de grasas nocivas contienen. Las empresas de alimentación se verán obligadas a partir del 2006 a informar sobre el contenido en sus productos de los denominados ácidos grasos trans, presentes en multitud de marcas de galletas, patatas fritas, productos cárnicos o lácteos.

Otro paso legal encaminado a poner freno a lo que ya la OMS ha dado en llamar "la epidemia del siglo XXI" lo han dado los legisladores británicos. Sobre la mesa está una propuesta revolucionaria que se debatirá este otoño, y que pretende recortar drásticamente los gastos sanitarios que acarrean enfermedades derivadas de los hábitos de vida, en su mayoría fácilmente evitables. Los pacientes obesos firmarán un contrato con el médico que los atiende. A cambio de recibir el tratamiento y la asistencia sanitaria que precise, deberá poner freno a su problema de obesidad y reducir centímetros. Lo mismo se aplicaría a los fumadores.

La polémica, como es lógico, no ha tardado en desatarse. ¿Qué ocurrirá si un paciente incumple su contrato? ¿Dejará de recibir atención médica? Para muchos especialistas es necesario hacer entender a la sociedad que la persona obesa es una persona enferma, víctima de una serie de desarreglos metabólicos y no simplemente una persona que come más que las demás, aficionada a los excesos culinarios. Por otra parte, también se apunta que la dieta y los hábitos de vida son pilares fundamentales a la hora de desarrollar un cuadro de obesidad. ¿Dónde está el equilibrio?

EL MUNDO EN DESEQUILIBRIO

Tres cuartas partes de la humanidad no han probado ni probablemente probarán una cheese burguer, ni una bolsa de patatas fritas, ni los bollos rellenos de chocolate. Jamás tendrán problemas con el colesterol ni se pelearán con la báscula. ¿Saben cuidarse? No. Las tres cuartas partes de la humanidad pasan hambre.

Mientras miles de personas mueren cada año por las enfermedades derivadas del abuso de alimentos, la mayor parte del planeta no tiene qué comer.
Las cifras son tan espectaculares que la imaginación no alcanza para valorar la gravedad de la situación. Alrededor de 25.000 personas mueren todos los días de hambre en el mundo, de ellas, tres cuartas partes son niños menores de cinco años. Eso supone la muerte de 11 millones de niños al año, además de los millones que padecen enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas y minerales, además de la contaminación de alimentos y la insalubridad del agua. Según las fuentes, las cantidades varían, posiblemente porque es absolutamente imposible calcular los números reales de la tragedia de la hambruna. La esperanza de vida en un país subdesarrollado se sitúa en torno a los 38 años, mientras que en el primer mundo se alcanzan con facilidad los 70.

La desnutrición crónica provoca un crecimiento limitado, fatiga permanente y debilidad extrema, lo que hace al cuerpo mucho más vulnerable al padecimiento de todo tipo de enfermedades. En un estado grave de desnutrición, una persona no es capaz de mantener ni siquiera las funciones vitales básicas.

De todas estas muertes, se estima que sólo el 10% están provocadas por situaciones puntuales de carestía o por guerras. El resto es producto de la desnutrición crónica a la que se llega en situaciones de extrema pobreza.

 

 

posted by Sara Rivera at 13:24 | Permalink | 0 comments